EL
FRASQUITO DE LOZA AZUL
El tibio sol de abril iluminaba las tortuosas callecitas de Amalfi,
cuando las recorrí por primera vez.
Lo que más me llamaba la atención era los escaparates llenos de
artesanías específicas del lugar, las cuales eran compradas por la gente como
recuerdo.
Una y otra vez me detuve frente a la vidriera de uno de ellos, para
mirar ese frasquito de loza azul pintado a mano; tal vez, lo que me instalaba
en ese sitio, era la añoranza hacia otro similar que adornaba, en otros
tiempos, la vitrina del comedor de mi abuela.
La decisión fue inmediata. Entré al local y lo compré; luego, salí con
ese tesoro apretado entre mis manos, y feliz, completamente feliz, fui al
encuentro de mi esposo que me esperaba en uno de los típicos barcitos del lugar;
y allí mismo comenzó el conflicto, ya que él, ofuscado, me recriminaba por la
cantidad de objetos que llevaba comprados, indudablemente pensaba en el exceso
de equipaje, y en el costo que esto traería aparejado. Yo, por mi parte, hacía
oídos sordos, y seguía comprando ya que no tenía la certeza, si la vida me
daría la oportunidad de volver a esa maravillosa costa amalfitana.
Ya en casa, ese precioso trofeo adornaba mi vitrina, y me gustaba
verlo, porque, a pesar de los años transcurridos, volvían a mí las imágenes de
aquellas callecitas tortuosas, entremezcladas con las de mi infancia y la casa
de mi abuela.
Inesperadamente llegó el día fatal en que Marta, mi empleada,
limpiando los muebles, y en un descuido
inocente, hizo trizas mi frasquito de loza azul. ¡!Quedé desolada!! Como hacerle entender que
mi frasquito no tenía precio, o, tal vez sí, nada más ni nada menos, que el de
los sentimientos.
A la noche, muy triste y con los ojos llenos de lágrimas por lo sucedido,
dirigí mis pasos lentamente hacia mi dormitorio; y, al entrar, grande fue mi sorpresa
!!!
Vi a mi esposo ( él, que tanto
se enojaba por las compras que había hecho en Amalfi ), reclinado sobre la
mesita de luz y con mucha paciencia, tratando de armar, pedacito a pedacito, mi
frasquito de loza azul, sabiendo lo importante que era para mí.
Olvidé sus primitivos rezongos y nos fundimos en un tierno abrazo.
Luisa Frontera
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