jueves, 20 de noviembre de 2014

El frasquito de loza azul

EL FRASQUITO DE LOZA AZUL

El tibio sol de abril iluminaba las tortuosas callecitas de Amalfi, cuando las recorrí por primera vez.
Lo que más me llamaba la atención era los escaparates llenos de artesanías específicas del lugar, las cuales eran compradas por la gente como recuerdo.
Una y otra vez me detuve frente a la vidriera de uno de ellos, para mirar ese frasquito de loza azul pintado a mano; tal vez, lo que me instalaba en ese sitio, era la añoranza hacia otro similar que adornaba, en otros tiempos, la vitrina del comedor de mi abuela.
La decisión fue inmediata. Entré al local y lo compré; luego, salí con ese tesoro apretado entre mis manos, y feliz, completamente feliz, fui al encuentro de mi esposo que me esperaba en uno de los típicos barcitos del lugar; y allí mismo comenzó el conflicto, ya que él, ofuscado, me recriminaba por la cantidad de objetos que llevaba comprados, indudablemente pensaba en el exceso de equipaje, y en el costo que esto traería aparejado. Yo, por mi parte, hacía oídos sordos, y seguía comprando ya que no tenía la certeza, si la vida me daría la oportunidad de volver a esa maravillosa costa amalfitana.
Ya en casa, ese precioso trofeo adornaba mi vitrina, y me gustaba verlo, porque, a pesar de los años transcurridos, volvían a mí las imágenes de aquellas callecitas tortuosas, entremezcladas con las de mi infancia y la casa de mi abuela.
Inesperadamente llegó el día fatal en que Marta, mi empleada, limpiando los  muebles, y en un descuido inocente, hizo trizas mi frasquito de loza azul.  ¡!Quedé desolada!! Como hacerle entender que mi frasquito no tenía precio, o, tal vez sí, nada más ni nada menos, que el de los sentimientos.
A la noche, muy triste y con los ojos llenos de lágrimas por lo sucedido, dirigí mis pasos lentamente hacia mi dormitorio; y, al entrar, grande fue mi sorpresa !!!
 Vi a mi esposo ( él, que tanto se enojaba por las compras que había hecho en Amalfi ), reclinado sobre la mesita de luz y con mucha paciencia, tratando de armar, pedacito a pedacito, mi frasquito de loza azul, sabiendo lo importante que era para mí.
Olvidé sus primitivos rezongos y nos fundimos en un tierno abrazo.


                                                                                 

                                                                         Luisa Frontera

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